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Test drive

Prueba MINI Cooper JWC Convertible

Te contamos las minucias de este impráctico pero divertido vehículo.

Prueba MINI Cooper JWC Convertible

Hablar de MINI es hablar de un capítulo muy importante en la historia de los autos y, cuando a se le suma el apellido Cooper, las cosas se ponen más interesantes. A esto nos atañe el auto que probamos en esta ocasión, la versión convertible de la tercera generación del icónico compacto.

Analizando la historia nos damos cuenta que cuando la British Motor Car encargó en la década de los cincuenta a Alec Issigonis un auto pequeño, (que tenía como objetivo principal lograr un bajo consumo de combustible) el diseñador de origen griego creó un auto muy pequeño, y así nació en 1959 el Austin Seven, que luego comenzó a ser referido como Mini.

Unos años después, el piloto y preparador de autos de competición John Cooper se dio cuenta del eficiente y eficaz sistema de suspensión que tenía el auto y lo modificó en pos de aumentar su desempeño, prestaciones y velocidad. 

Junto con la cadena de éxitos del pequeño auto, empezaron también los éxitos de Cooper en categorías de automovilismo deportivo profesionales, destacando evidentemente el campeonato de Rally y la F1, donde la marca Cooper cosechó triunfos importantes al tiempo que aportaba grandes innovaciones que nadie se había imaginado. ¿Ejemplos? Nada menos que la colocación central del motor en los monoplazas.

También, como todos sabemos, el MINI de la primera generación permaneció con las mismas formas y diseño desde 1959 hasta el año 2000 cuando la compañía ya era parte de BMW. Hubo que esperar hasta el advenimiento de la segunda generación de MINI aparecida en 2001 y aguardar hasta el 2005 para poder disfrutar de un MINI descapotable, el R52, la primera generación convertible que se comercializó hasta el 2008, y tuvo un facelift denominado R57 en 2009.

La tercera generación de MINI apareció en el 2016 y la versión descapotable se conoce como F57, y no se debe confundir con el MINI Roadster que fracasó comercialmente pese a su bonito diseño. La versión específica que probamos fue la más potente, ya que se trata del John Cooper Works.

 

Técnica y mecánica

Este sin dudas es el MINI más poderoso que se ha fabricado para circular en la calle, con un motor de 2.0L que eroga 231 caballos de fuerza en el rango de las 5.000-6.000 rpm. El torque es de 320 Nm y está disponible entre las 1.250 a 4.800 rpm. 

Estas buenas cifras se dan gracias a la sobrealimentación del motor con un turbo, además de algunas modificaciones extra como que los pistones y la turbina son específicos para esta versión, el intecooler es más grande, y hay mucho trabajo en los sistemas de inducción de aire y sistema de escape, mejorando mucho el paso de los flujos por los mismos. A esto hay que sumarle una reprogramación de la ECU, la unidad de mando.

La caja de cambios pese a todos los presagios es automática de seis cambios ¿cómo, automática en un deportivo así? Sí, pero déjenme decirles que no se extraña una caja manual,  ya que ésta funciona muy bien, y ofrece un modo de cambio manual, con levas en el volante. 

El esquema de suspensión es digno de mencionar, ya que aunque es mucho más confortable que la generación anterior, sigue siendo con el esquema McPherson delantero, con un eje multibrazo independiente trasero, con una puesta a punto enfocada al manejo deportivo, pero más suave en general.

Las dimensiones son de 3.850 mm para la longitud total (2.495 entre ejes), 1.727 mm para el ancho, 1.415 mm para el alto total, todo resultante en un peso es de 1.370 kg.

 

Conectado

Uno de los detalles que pueden motivar la compra es la conectividad del vehículo con el smartphone del usuario. Nuestro MINI de prueba ofrecía el sistema MINI Connected, que interactúa mediante una app gratuita, por la cual podemos programar los trayectos desde el teléfono y, mediante una conexión USB graficar la información en la pantalla de 8,8” en la parte central del tablero.

También pueden “bajarse” de forma gratuita aplicaciones como un calendario que grafica todas las citas programadas en la pantalla del vehículo, o incluso se pueden adaptar los instrumentos con unos más deportivos si se descarga la aplicación correspondiente. También hay una opción que se llama “Forcemeter” y nos deja ver las fuerzas G que actúan en el trayecto, similar a la telemetría de un auto de carreras. Otra de las aplicaciones de MINI Connected es que nos ayuda a encontrar el auto cuando lo dejamos estacionado.

El sistema de audio está firmado por Harman/Kardon, tiene 12 parlantes y un poder de 410 watts. Tiene un disco duro de unos generosos 20 GB para almacenar selecciones musicales, o incluso mapas off-line.

 

Confort

Aunque los orígenes del vehículo sean “espartanos”, desde que la marca es propiedad de BMW ese halo Premium está presente. El vehículo de prueba, al ser convertible y tope de gama, no nos defrauda en el interior. Como siempre encontramos plásticos de tacto suave, y piezas de óptima calidad. Los colores dominantes en los interiores son negro en el tablero y los paneles laterales, rojo en unos insertos en la parte baja del tablero, y las tapicerías de cuero gris muy claro.

La capota de lona se ve resistente y de muy buena calidad. Se abre en dos secciones, la primera nos da un techo solar de más o menos 450mm, que deja parcialmente descubiertos al conductor y al acompañante, y la segunda abre por completo el habitáculo en menos de 20”.

La ergonomía y habitabilidad está pensada para los dos pasajeros del asiento delantero, y aunque fiscalmente el vehículo es para cuatro ocupantes, en realidad no entra nadie de dimensiones normales en el asiento posterior, por lo que deberíamos decir con toda corrección que se trata de un 2+2.

 

Manejo

El espíritu MINI siempre ha sido enfocado al manejo divertido, y con esta versión lo lograron, ya que gracias al motor de 2.0L y el paquete JCW tiene mucho brío y potencia. Los tres modos de manejo (Green, MID y Sport) se alternan con solo deslizar un selector colocado en la base de la palanca de cambios.

El modo Green cuenta con unas reacciones suaves, y los cambios de velocidades son a un régimen bajo de revoluciones, sin sobresaltos en la aceleración. Con este modo de manejo, el conductor gasta mucho menos combustible.

En el modo MID está a la disposición el carácter divertido y deportivo del MINI, y cuando el conductor así lo requiera, presionando el acelerador, las reacciones son rápidas, aunque el enfoque “citadino” siempre está presente.

Finalmente, con el modo SPORT estamos invocando al monstruo que vive dentro del MINI, el sonido del escape se enronquece, la suspensión se endurece, y la dirección se hace mucho más firme y comunicativa. Cuando presionamos el acelerador tenemos la totalidad de los caballos y el torque a nuestra disposición inmediata, mientras que los cambios se pueden hacer de forma manual accionado las paletas en el volante.

Los MINI que había manejado previamente eran muchísimo menos suaves que este de tercera generación, y puedo decir categóricamente que es mucho más BMW que MINI, hablando siempre de temas de confort y control.

En trayectos urbanos es dócil, y pese a ser convertible aísla muy bien el ruido exterior, incluso la lluvia no hace ninguna mella en los ocupantes, la hermeticidad es realmente muy buena.

 

Conclusión

Es un auto más pasional que racional, es un coche costoso, pequeño, impráctico pero con muchas facultades, cuesta alrededor de la mitad que un Porsche Boxster, y brinda más o menos lo mismo: estilo y diversión.

¿Una compra racional? No, no lo es.

¿Es una buena compra? Sí, definitivamente ¡lo es!

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